En 2007, en el ventoso pueblo de Fraserburgh, Escocia, dos jóvenes de 24 años (James Watt y Martin Dickie) y un perro decidieron que ya era suficiente. Cansados del mercado cervecero británico, sofocante y aburrido, tomaron préstamos bancarios arriesgados para elaborar sus propias cervezas artesanales extremas, llenando botellas a mano y vendiéndolas desde una vieja furgoneta destartalada. Así nació BrewDog, una marca que no pide permiso ni perdón.
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